” […] Sin embargo, también podemos usar la palabra resistencia para referirnos no tanto a las dificultades que el mundo pone a nuestras pretensiones como a la fortaleza que podemos tener y levantar ante los procesos de desintegración y de corrosión que provienen del entorno e incluso de nosotros mismos. Es entonces cuando la resistencia manifiesta un hondo movimiento de lo humano”.

 Josep María Esquirol. ” La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad”. Acantilado, 2015.

En lo que va de día ya he estado presente en tres conversaciones que implicaban queja. Tres lugares distintos, tres interlocutores diferentes, temas variados, tres. Las tres contaban con argumentos sólidos y racionales. Con las tres no pude hacer otra cosa sino confirmar mi acuerdo. De las tres salí con los hombros pesados, la cabeza baja, el cuerpo más cerca del suelo. Salí así y salí pensando que si antes de que anochezca me viene alguien con una cuarta conversación del mismo estilo, tiro la toalla. Inmediatamente me vino a la cabeza que no suelo llevar toallas para ir tirando por ahí. Supongo que fue por eso por lo que seguí caminando. Mi pretensión era llegar a casa lo antes posible para evitar cualquier encuentro que pudiera suponer otra expresión quejumbrosa. Tuve que pararme en la acera porque el semáforo estaba en rojo. No quería mirar, pero lo hice. Un verso deslucido por las pisadas y la pintura barata. Un logotipo personalizado. Ese afán de significarse por el método de desvirtuar los acuerdos comunes. Esa obsesión por excluir. Deseé el cambio de color. Verde. Dije gracias en alto y una señora me contestó no hay de qué. Pues no, no lo había. Pero sonreí. Avancé como si me estuvieran persiguiendo. No quise verlo, pero lo vi. Un mural en una medianera. Otro. Oh, cielos, dije. Y un señor que pasaba me contestó hoy no creo que llueva. Le respondí gracias. Y sonreí. Seguí andando hasta una calle peatonalizada a la mitad, donde hay bares sí, donde hay negocios de otro tipo o, simplemente, casas, no. Es una lástima. Yo ya me tenía preparada mi silla y mi sombrilla para colocarla en el nuevo pavimento. Gente que me quiere me ha dicho que no lo haga porque puede atropellarme el millar de coches que entra y sale por la semicalle destinada a no encontrar jamás aparcamiento y volver una y otra vez. El eterno retorno. Hay una filosofía que se llama filosofía de la proximidad cuyo objetivo es profundizar en eso que nos acerca. No en eso que favorece a unos y perjudica a otros. No en eso que relega a unos para incorporar a otros. No en eso que parece un objetivo inmediato, fácil de conseguir y más fácil de olvidar. Proximidad como punto de partida para comprendernos. Llegué a casa. Iba a quejarme, pero no había nadie y no me pareció bien quejarme sola. 

Por lo demás, fenomenal.

#fenomenalistas #pldf

 

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